De interés

PULSANDO LA TECLA CONTROL CON LAS DE + O - PUEDE VARIAR A SU GUSTO EL TAMAÑO DE LA PÁGINA EN SU MONITOR.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Pitanzas precolombinas - 1


O qué comían nuestros antepasados, los indios, cuando llegaron los conquistadores.

Primera parte: la región litoral sur
por Jorge Surraco

Tubérculos americanos en la visión de los conquistadores
La primera dificultad que encontramos cuando comenzamos a escribir esta nota, fue el título que debía encabezarla. Porque los términos habituales que refieren el tema como gastronomía, comida, almuerzo, alimento, banquete, festín y tanto otros, no se condicen con el contexto que deseamos describir porque en realidad se corresponden con otros ámbitos culturales. Se nos presentaron otras palabras equivalentes como yantares, que es una incorrecta sustantivación del verbo yantar (del latín “iantare”), que quiere decir precisamente almorzar y que al principio nos entusiasmó porque una segunda acepción designa un tributo de tránsito que debían pagar los habitantes de los pueblos para el mantenimiento del soberano. Por ahí también nos persiguió el verbo manducar y los sustantivos correspondientes manduca y manducación, aunque más nos gustaba el incorrecto y porteñísimo “manduques”. Pero la palabra manducar connota para nosotros algo así como comer con gula, casi con desesperación, con grosería, ideas que cuajaban más con los aventureros que llegaron a nuestro territorio que con los habitantes originarios que tenían una relación más natural con los alimentos, aún los que practicaban la antropofagia, como veremos más adelante. Por fin, en medio de nuestra confusión, surgió el término “pitanza” que deriva de “pietanza” que quiere decir “dado por piedad”. El sustantivo pitanza está relacionado con la idea de distribución del alimento o de la ración de comida distribuida entre los que viven en comunidad o a los pobres y también al alimento cotidiano. Por estas razones fue la elegida.

La segunda dificultad tiene que ver con las fuentes de información utilizables que son los relatos precisamente de los que llegaban, plenos de asombro e incomprensión, a lo que se suman las vallas idiomáticas, la cerrazón religiosa que portaban y con respecto a nosotros, el tiempo y la cultura que nos separa de esos testimonios, lo que obliga a una lectura muy cuidadosa para no caer e interpretaciones erróneas. Si bien debemos agradecer que hayan dejado esos escritos, también debemos lamentar que hayan destruido los documentos de los pueblos originarios sobre otros soportes materiales (o vivientes en la tradición oral) y que al no comprenderlos, los consideraron productos del demonio que debían ser eliminados. Al respecto es revelador lo escrito por Fray Diego de Landa en su “Relación de las cosas de Yucatán”: “Hallasmosles gran número de libros de estas sus letras, y porque no tenían otra cosa que no hubiese superstición y falsedades del demonio, se los quemamos todos, lo cual sintieron de maravilla y les dio mucha pena”. Porque los libros considerados precolombinos como el “Popol Vuh y los de Chilam Balam”, que también tienen referencias a la alimentación, fueron recogidos o transcriptos en plena conquista y por letrados conquistadores, lo que también los alejan del pensamiento original. Quedan aún por terminar de descifrar los códices precolombinos, la escritura sobre pallares de los Incas, como también los quipus (ábacos) y las estelas de los Mayas y Aztecas. En todos seguramente se encontrarán referencias a las pitanzas precolombinas pero, por ahora, solo podemos basarnos en los documentos de los conquistadores.

¿Por qué preocuparnos por lo que comían los pueblos originarios?
No es simple curiosidad sobre temas aparentemente extravagantes o insólitos sino que el estudio de la alimentación es por suerte hoy tema de la investigación académica porque “Comer implica un hecho social complejo que pone en escena un conjunto de movimientos de producción y consumo tanto materiales como simbólicos, diferenciados y diferenciadores. Y en este sentido, el consumo de alimentos y los procesos sociales y culturales que los sustentan, contribuyen a la constitución de las identidades colectivas, a la vez que son expresión de relaciones sociales y de poder.” (Marcelo Álvarez, citado por Víctor Ego Ducrot en “Los sabores de la Patria”) Más allá de la necesidad vital, del goce de los paladares y de los programas de cocina, la gastronomía es un bien cultural cuyo estudio nos puede develar datos esenciales de un pueblo tanto como lo aportan los documentos o los objetos materiales.

Muchos indios en las costas
…Y al principio parecía que no estaban cabreros. Esta fue la visión y primera idea que se formaron los conquistadores españoles cuando comenzaron a remontar los ríos de nuestro litoral.
Raúl J. Mandrini en su excelente selección de textos de la conquista sobre nuestros pueblos originarios, no dice en el estudio preliminar: “Más allá, en la Mesopotamia y junto a los grandes ríos –Paraná, Paraguay y Uruguay- vivían grupos que adaptaron su modo de vida a las condiciones ecológicas de la región. Se pueden distinguir dos tipos de poblaciones.


El primero corresponde a cazadores y recolectores del interior que, al acercarse a los grandes ríos, incorporaron la pesca como actividad económica y adoptaron hábitos característicos como el uso de canoas. Así ocurrió con los caigang en Misiones, el interior correntino y el sur de Brasil; con los charrúas en la costa oriental del Río de la Plata, en el actual Uruguay; con los querandíes, que se extendían desde el centro sur santafesino y norte bonaerense hasta las serranías cordobesas. Los primeros relatos nos dan nombres de una serie de grupos para la región del  Paraná medio y del Delta: timbúes, corondás, quiloazas, mocoretas, chanás, Mbguás. Quizá por influencia de los guaraníes, la mayoría practicaban la alfarería y algunos realizaban algunos cultivos. 

Cada color de letras indica la misma familia linguística
El otro grupo estaba formado por tribus de horticultores amazónicos, los guaraníes, a los que los primeros viajeros dan también los nombres de chandules, gandules, carios o chandrís. Provenientes de la cuenca amazónica y tempranamente instalados en Misiones y el norte de Corrientes hacia el año 800, avanzaron hacia el sur siguiendo los grandes ríos y ocuparon importantes áreas del alto Paraná y del Paraguay. En el momento del descubrimiento había asentamientos guaraníes en el Uruguay medio, el Paraná inferior y el delta. Pueblos de clara orientación ribereña, usaron los ríos como vías de movimiento y comunicación y en sus orillas ubicaron sus aldeas, protegidas por empalizadas.” Nos ubica así a los primitivos habitantes de la región que es objeto de nuestros estudios. La mayoría de los autores, tanto clásicos como actuales coinciden en esta apreciación aunque puede haber a veces pequeñas diferencias en los gentilicios que identifican a las distintas parcialidades de aborígenes. No nos vamos a extender en este aspecto del tema, que puede ser objeto de otras notas, para poder, luego de aceptar esta descripción general, abordar el aspecto alimentario.

Salvador Canals Frau basa su estudio agrupando a las distintas etnias por familia lingüística y dedicándole párrafos importantes a cada una con respecto a lo que se llevaban a la boca.
Así para la familia lingüística “Charrúa”, compuesta según su estudio por los Charrúas propiamente dichos, los Guinuanes o Minuanes y los Bohanes, se dedicaban para sobrevivir a la “caza de venados y avestruces. Los corrían a pie y se servían de redes. Usaban las boleadoras. Practicaban la pesca en canoas monóxilas (hechas de un solo tronco) de hasta 12 brazas de largo (aproximadamente 20 metros).Se alimentaban también de huevos de avestruz (que les gustaban mucho) y los cogollos de ceibo que eran muy nutritivos. “Con sólo mascar estos cogollos, un indio puede pasar meses enteros sin probar otro alimento” (Gómez Haedo J.C., citado por Canals Frau).”

En el grupo que llama litoral, esa “región extensa y angosta que constituyen ambas riberas del Paraná en su curso inferior”, la ocupaban de norte a sur los Mepenes y Mocoretaes; Calcines, Quiloazas, Corondas, Timbúes y Carcaraes; Chanaes y Mbeguaes. Estas “generaciones”, como las llamaban los cronistas de la conquista se alimentaban fundamentalmente de la pesca. “Del pescado extraían mucha y buena grasa con la cual los Timbúes freían una suerte de bollos de tierra que era su plato predilecto. El pescado sobrante se secaba al sol y luego se ahumaba para su conserva. 

Recolección de miel según Florián Paucke
Se dedicaban también a la caza y a la recolección. Esta última se dirigía especialmente a la miel silvestre. También se menciona al arroz para los grupos del norte, posiblemente silvestre. La caza tenía como objetivo a las nutrias, los venados y los avestruces. Schmidel menciona unas “grandes ovejas como las del Perú” que posiblemente fueran guanacos. (En este punto tenemos una opinión diferente que aclaramos al final)
En pequeña escala practicaban el cultivo del suelo influenciados por los asentamientos guaraníes y aruacs. Timbúes y Carcaraes cultivaban maíz, calabazas y porotos. Estos pueblos eran los de mayor cultura de la región., eran *más afables y mejor trato que los de abajo, eran labradores y tienen sus pueblos fundados sobre la costa del río*, Manifiesta Díaz de Guzmán en su “Argentina”. Ni los Meridionales, ni los septentrionales practicaron la agricultura. Por eso cuando la primitiva Bs. As. Tenía escasez, los conquistadores se dirigieran Paraná arriba  *a los Timbúes * (en la zona central) para buscar comida.” (Canals Frau)

Dejaremos por ahora de lado a los Caigang dado que ocupaban la región norteña de nuestra Mesopotamia por lo que merecen una dedicación aparte y específica. De los Guaraníes que trataremos a continuación, por ser una familia muy extendida y de fuerte influencia en toda Sudamérica, sólo tomaremos los del sur o de las islas que, según Canals Frau, eran llamados también “Chandules”. Los Guaraníes en general son también merecedores de miradas específicas por la “guaranización” que experimentaron todas las etnias que se relacionaron con ellos, dado su más elevado desarrollo cultural y por la acción de los Jesuitas que por eso mismo y su mansedumbre, los tomaron como base de su organización evangelizadora. Esa influencia es palpable hasta nuestros días en muchos aspectos de la cultura regional y en la toponimia donde encontramos resonancias de este hermoso idioma.

Los Guaraníes cultivaban la mandioca, zapallos, batata y maíz. Mandioca y batata no se cultivaban en la zona de las islas del Paraná inferior por ser “tierra fría”. La cultivaban los grupos de más al norte. Si bien los del sur no las cultivaban, las consumían y mucho. En este detalle puede advertirse otra característica de los guaraníes en cuanto a su desplazamiento por los ríos y la práctica del intercambio de productos.

La técnica de cultivo era la milpa o de roza. La preparación del terreno era tarea de hombres pero la siembra, cuidar y cosechar era tarea de mujeres.
La caza, pesca y recolección eran actividades secundarias.
Eran antropófagos igual que muchos pueblos amazónicos. Esta costumbre estaba enraizada en el sentir mágico de la población pero no se la practicaba indiscriminadamente. No se comían unos a otros. La antropofagia solo estaba dirigida a los prisioneros de guerra y el acto tenía carácter ritual. La antropofagia de los guaraníes, merecerá también que le dediquemos alguna reflexión futura.

Mandrini, en el estudio ya citado nos dice de los guaraníes que “conocían la alfarería y su subsistencia combinaba una horticultura de roza basada en el cultivo de maíz (abatí o avatí), maní (mandubí) y tubérculos –mandioca (cazabi o cazabe) y batata- con la pesca, la recolección y la caza. De la mandioca cultivaban dos variedades: poporí (dulce) y pepirá (amarga)”. Lo interesante de este párrafo es la presencia de las denominaciones originarias de los elementos.

En los textos de los cronistas de la conquista de la región que tratamos, es constante la mención a la carne como parte constitutiva de la dieta de las “generaciones” que iban “descubriendo”. No es necesario aclarar que no era carne vacuna, caballar, porcina o de aves de corral que fueran más tarde introducidas por los españoles. Esa carne provenía de la caza de carpinchos (capi-îva), nutrias (kîyá), chajaes (chajhá), ñandúes (ñandú), venados (guasuvirá), jabalíes (ca-aguî) y probablemente llamas (tatá rendî), traídas de la zona cordillerana. Más arriba, Canals Frau interpreta que son guanacos la mención de Schmidel sobre las “grandes ovejas como las del Perú” como alimentación de los aborígenes de esta zona. Por nuestra parte creemos que eran llamas porque, hasta donde hemos podido averiguar, es el único camélido americano que tiene designación en idioma guaraní. Pensamos que si comían algo (animal, planta o fruto),  tendrían la palabra para identificarlo, tal como puede comprobarse en los términos transcriptos. En los idiomas quichua y pampa, en cambio, se encuentra la denominación por separado de cada uno de esos mamíferos.

Caza de carpinchos y lobitos de río según Paucke
Salvo los cuatro últimos animales, extinguidos en la zona por el avance de la civilización, carpinchos, nutrias y chajaes siguen siendo la principal provisión cárnica de los pobladores actuales de las islas. (Ver video “Cocina Lechiguanera” en este mismo blog)


 Continuará



Bibliografía
Mandrini, Raúl J.Los pueblos originarios de la Argentina La visión del otro – Eudeba – Buenos Aires, 2010.
Canals Frau, SalvadorLas poblaciones indígenas de la Argentina – Hyspamérica Ediciones Argentina S.A., Buenos Aires, 1986.
Ducrós, Víctor EgoLos Sabores de la Patria – Las intrigas de la historia argentina contadas desde la mesa y la cocina – Grupo Editorial Norma – Buenos Aires, Argentina, 2010.