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miércoles, 29 de febrero de 2012

Pitanzas precolombinas 2


O qué seguían comiendo nuestros antepasados los indios, después que llegaron los españoles.

Por Jorge Surraco Ba

Ya hemos tratado la alimentación de los pueblos del litoral argentino que en gran parte se basaba en productos de la caza, la pesca, la recolección y en menor medida de la práctica de una agricultura rudimentaria. También hemos comprobado en testimonios que hemos recogido personalmente en las islas Lechiguanas, como la caza de animales silvestres, especialmente nutrias, carpinchos, vizcachas y chajaes,  sigue siendo una fuente importante para la dieta de los pobladores. Lo que nos ha resultado curioso es la predilección de algunos insectos como fuente gastronómica.

Rafael Jijena Sánchez en su hermoso libro “El Curioso Entretenido”, en un relato que titula “Pastel de hormigas” reproduce una anécdota vivida por el sabio Humbolt (1) en su primer viaje por Sudamérica en 1799; dice así:
Viajando por Río Negro, en Venezuela, el sabio Humbolt llegó una vez a cierta choza en la que había varios indios sentados alrededor de una hoguera de malezas comiendo una especie de masa blanca salpicada de negro que atrajo su curiosidad.
            Habiéndoles preguntado a los indígenas si el suelo del lugar era fértil, respondieron que la yuca se daba mal, pero que era una buena tierra para las hormigas y que no faltaba allí con qué alimentarse. Se referían a una especie de gruesas hormigas cuyo abdomen parece una bola de manteca. Estos insectos son colocados… en pequeños saquitos y colgados sobre la lumbre para que se sequen y curen con el humo… no se comen las hormigas por golosina, sino porque, según la expresión; su grasa es un alimento muy sustancial.
            Después que los bachacos (especie de hormiga gigante), han pasado el tiempo suficiente expuestos al humo, los saquitos son descolgados, cuando se lo quiere utilizar, y su contenido, machacado, se mezcla con harina de yuca; esto tiene un sabor como de manteca rancia con miga de pan; sin embargo, los indígenas lo comen con gran gusto y lo califican de un “excelente pastel de hormigas”.

Por su parte Víctor Ego Ducrot, recoge la misma anécdota en su libro “Los sabores de la Patria”, ubicando la situación en la isla de Dapa(2) y con mayor precisión “en el legendario Imperio del gran Paitití”(2). Dice Ducrot que según Humbolt, quién aplicó el delicado tratamiento gastronómico a los insectos fue su acompañante, el misionero Zea, para fabricar con los bichos ahumados un delicioso pastel: Mezcló las hormigas aplastadas con harina de mandioca y no cejó hasta que aceptamos probar aquella pasta, que tenía un sabor parecido al de la manteca añeja”.

No es que no tuvieran otra cosa para comer, sino de una predilección gastronómica que aún perdura en algunas zonas del planeta y no solamente entre poblaciones supuestamente salvajes, sino que Europa en plena época renacentista parece tener alguna inclinación por los insectos en la gastronomía. 

Así se desprende de las “Notas de cocina de Leonardo Da Vinci”, que si bien no trae, entre sus extrañas recetas de cocina, ninguna que incluya a insectos, sí, hace referencia a los que son comestibles y a los que no es conveniente llevarse a la boca. Bajo el título “una lista de insectos comestibles”, incluye a grillos, abejas y algunas orugas y a continuación a arañas, tijeretas y grandes moscas entre los no comestibles. De hormigas, ni una palabra. Lo que llama la atención es que incluya a las tijeretas como insectos, salvo que no se trate del ave, sino de algún insecto con ese nombre y que no conocemos.
 
No hemos encontrado hasta ahora, ningún testimonio que haga referencia al uso de insectos en la alimentación por parte de los pueblos indígenas que tenían su hábitat en el territorio actual de la Argentina. Esto no quiere decir que haya existido, sino que no se ha encontrado documentación que lo comente. Es probable que la abundancia de productos de la tierra que no demandaban un esfuerzo considerable para obtenerlos en cantidad, determinara una alimentación que no requería de procedimientos complejos para su preparación, teniendo en cuenta además que se trataba en su mayoría de pueblos nómades. Es posible que la misma razón determinara que fueran muy pocas las poblaciones que practicaron la agricultura.




[1] Alejandro de Humboldt, fue un geógrafo, naturalista y explorador alemán (1769/1859). El primero y segundo viaje a Sudamérica los realizó junto con Amadeo Bonpland, naturalista francés, quién años después (1816) andará por Argentina y se radicará (luego de varias vicisitudes en Paraguay y Brasil), en la provincia de Corrientes, donde fallece en 1858.
[2] No hemos podido verificar este dato, pero en principio el Gran Paitití, ciudad legendaria similar al Dorado o la Ciudad de los Césares, ubicada presuntamente en la selva al este de Perú, cerca de Bolivia, mientras que el viaje de Hunbolt recorrió en esa primera oportunidad, el este venezolano.

BIBLIOGRAFÍA
Jijena Sánchez, Rafaél, El curioso entretenido, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1961.
Ducrot, Victor Ego, Los sabores de la Patria, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 2010.
Da Vinci, Leonardo, Notas de cocina, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1999.


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